Empezamos el día en Triberg obviamente. Primer paso, el desayuno. Vimos confirmadas nuestras sospechas de que allí no había nadie cuando vimos el buffet libre de desayuno preparado para 4 personas, nosotros 3 y el inquilino fantasma. Tomorrow is full? un pijo.
Nos dirigimos a la recepción con la esperanza que no estuviese el cabezón del día anterior, y una persona más cuerda nos ayudase en nuestra situación, la posibilidad de dormir en la interperie se cernía sobre nuestras cabezas.
Una vez vimo quien había en la recepción, el mismo cabezón alemán del día anterior, intentamos hacerle entrar en rázón, íbamos dados... Today is full. Como será que un albergue se llena enterito de un día para otro y es más, si nosotros realmente teníamos la reserva para ese día, por qué carajo decía el hombre que no había sitio, podría no haber sitio, pero nuestra reserva debe estar disponible.
Finalmente por lo menos el hombre nos ayudó a buscarnos un alojamiento para esa noche. Insistía en que nos quedásemos en el albergue de Millinger, o algo así, pero tras estudiarlo bien, decidimos que el hombre nos reservara en Heidelberg, una ciudad a 180kms de Triberg y lo que era más importante, a unos 90 de Frankfurt, donde, el lugar donde acabaríamos nuestro periplo por Europa y donde reservamos la última noche gracias a este hombre del que nos fiábamos poco.
Una vez sabido dónde íbamos a dormir esa noche, solo quedaba buscar un tren que saliese hacia Heidelberg y ver algo de Triberg. En teoría ese tren saldría sobre las 14 horas.
Por suerte, en el albergue nos dieron una tarjetilla que nos permitía entrar a una especie de recinto cerrado, donde se podía ir viendo las maravillas de la Schwarzwald (selva negra). Sobretodo cataratas.
Y en eso consitía la visita, bastantes cataratas, todo verde, una piedra famosa y ardillas correteando por allí.
Nuestro siguiente objetivo era ver lo más famosos que había en Triberg, que no es otra cosa que el primer Reloj de Cuco diseñado (kuckucksuhr) y lo conseguimos.
Y cerca de allí descubrimos otra cosa interesante, que es que allí en Triberg es donde nace el río Danubio, el segundo río más largo de Europa. Por supuesto no pudimos resistir la tentación de tocarlo y... bueno, hacer otras cosas.
Esto era todo lo que podíamos ver de Triberg, tampoco había mucho más, así que nos dirigimos hacia la estación de tren, previa compra de un kebab para comer, por supuesto.
Una vez en la estación, comenzó el show. El tren no llegó a su hora y ni la hora posterior ni a la siguiente, etc. Iban anunciando los retrasos por megafonía y, aunque no entendiésemos lo que decía, podíamos saber si el tren llegaba tarde por las reacciones de la gente. Era como cuando vas al fútbol y hay alguna jugada polémica y tu no te has enterado de nada, pero sabes si es a favor o en contra de la gente por el murmullo y gritos del público, más o menos.
La espera dió para mucho, recargarse de barritas energéticas y jugar con nuestra imaginación, como la interpretación propia que teníamos de los carteles. Por ejemplo, aquí un cartel que prohibía bailar cuando se acercaba el tren porque te rompía el ritmo, en rayas rojas está indicado la "zona de ritmo".
Así es como inventamos la leyenda de Triberg.
Básicamente pensábamos que el maquinista no quería volver a Triberg desde que se quedo en el albergue y no le dajaron quedarse más de una noche. Existe esa versión del cuarto hombre del albergue, algunos dicen que esa plaza la ocupaba el inquilino fantasma, que mataba a todo el mundo que se quedaba más de una noche en el albergue a los gritos de "Only one niiiiight".
Total, que el tren al final llegó a las 16:32 con su merecida ovación al maquinista que reunió el valor suficiente para volver a Triberg. Subimos al tren y ya quedaba miriendar algo, hacer la escala pertiente en Karslruhe y llegar a Heidelberg.
Por fin llegamos a Heidelberg, que no tiene nada que envidiar a otras ciudades, una gran estación, un río enorme y carril bici, aunque para ello haya que dejar una cera en la que no caben 3 personas en línea. Encontrar el albergue sin mapa no era cosa fácil y más aún sin nombre de las calles, esto nos hizo entrar a preguntar ni más ni menos que en una biblioteca. Comseguimos un mapa y llegar al albergue ¡uf!
Y la verdad esque el albergue era de lo mejorcito que vimos en todo el viaje, disponía de toda clase de juegos en los que se encontraban el ping-pong y el futbólín, a parte de tener un campo de fútbol y otro de rugby, pudiendo pedir balones en recepción. Lástima que fuese una visita fugaz. Al final cena de pizza en el propio albergue y a dormir en nuestra habitación de cuatro personas, en la que, esta vez, nuestro compañero era un chinorri (Thailandes), muy majo el hombre.
Y esto fué todo de esta estreseante día como algunos otros, pero digno de contar como todos los anteriores. Con esto me despido hasta la próxima entrada que será publicada en el nuevo año 2008.
Feliz año nuevo a propios y extraños.
En concreto ese reloj de cuco era el segundo más grande del mundo, el primero está también en triberg.
ResponderEliminarFijate si era calidad el albergue de Heilderberg que hasta tenía un pavo real purulando por ahí.
Hay un video del pavo que se verá en la próxima entrada. Imperdible!!
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